PARASITOSIS EN FAUNA CINEGETICA
La importancia de la salud de los
animales de las especies cinegéticas es fundamental en todos los aspectos,
desde la gestión de los cotos hasta la calidad de la carne que llega al
consumidor final. Y uno de los agentes patógenos que merman su salud son los
parásitos. Hasta hace no mucho tiempo, las enfermedades de estos animales
(incluidas las de etiología parasitaria) eran importantes en cuanto a que eran
susceptibles de transmitirse a la cabaña ganadera. Hoy en día, sin embargo, y
dada la importancia medioambiental y socioeconómica que ha adquirido la
actividad cinegética y las especies que la integran, ese concepto ha cambiado y
este estudio se centra en las enfermedades en estas especies, incluso en la
transmisión de las mismas desde la fauna doméstica. De hecho, hasta hace unos años se pensaba que
las parasitosis de los rumiantes domésticos eran causadas en un alto porcentaje
por la transmisión de los rumiantes salvajes. Sin embargo hoy se sabe que
muchos de ellos son específicos de estas especies y no afectan, o lo hacen
ocasionalmente, a las especies domésticas.
La interacción entre los
distintos tipos de animales pueden ser total, es decir, que los rumiantes
domésticos y salvajes comparten el mismo medio, parcial, o sea, que comparten
únicamente una parte del medio o que exista una relación ocasional donde
rumiantes domésticos y salvajes no comparten el mismo medio, pero se pueden
producir contactos ocasionales por la cercanía. A su vez habría que estudiarse
de modo diferente si comparten ese territorio en el mismo momento o en tiempos
distintos.
Unos de los factores más
importantes en la transmisión de los distintos parásitos es la superpoblación
que se produce en los cotos. Durante los últimos años sus poblaciones se han
incrementado por la intensificación del uso de recursos silvestres en zonas economicamente
deprimidas a las que han impulsado la actividad cinegética, el ecoturismo, etc.
que incluso se ha visto incrementado por el apoyo de las administraciones a
través de ayudas económicas en forma de subvenciones. La rentabilidad económica
de la caza unida al sistema habitual de su práctica que es la montería, en la
que prima el número de reses abatidas en detrimento de su calidad ha favorecido
este aumento de población. Podemos hablar pues de que se está produciendo una
intensificación de la producción cinegética, por el uso de mallas cinegéticas y
el suministro de alimentación como se hace con las especies domésticas. Esto
conlleva a que los elementos infestantes por superficie sean muy elevados,
aumente por tanto la carga parasitaria del medio y produce inmunodepresión del
organismo, lo que conlleva que los parásitos no encuentren defensas contra
ellos que impidan su difusión en el interior de los organismos.
Estas parasitaciones provocan en
definitiva pérdidas económicas por distintos motivos como pueden ser, retraso
del crecimiento de animales jóvenes, lo que conlleva la obtención en un futuro
de hembras con índices reproductivos menores, es decir, mayor infertilidad de
hembras primíparas, mayor tasa abortiva, etc
y machos con trofeos de peor calidad por verse afectado el proceso de
absorción de sustancias para la formación de la cuerna por este déficit del
desarrollo en edades tempranas
En algunas zonas, los agentes de enfermedades
infecciosas y parasitarias pueden circular entre las poblaciones salvajes y
domésticas sin causar en ellas un excesivo impacto. Los microorganismos y los
parásitos que se han adaptado de forma natural a la fauna salvaje y a los
animales domésticos rara vez constituyen un riesgo sanitario para estos
hospedadores. Sin embargo, cuando el ecosistema es alterado por la intervención
del hombre, y de forma muy notable cuando este desequilibrio se debe a la
incorporación masiva de otras especies animales, existe el peligro de
introducir nuevos agentes de enfermedad a los que los domésticos o los salvajes
no están adaptados. Uno de los mayores
errores que se cometen hoy en día es el gasto de partidas presupuestarias
ingentes para controlar distintas enfermedades de las especies domésticas como
son las campañas de saneamiento ganadero,
y se resta importancia a las especies salvajes. Son necesarias estrategias de
control innovadoras que impliquen no solo a los animales domésticos, sino
también a los salvajes. Tal sería el caso
de la tuberculosis que aunque no es de etiología parasitaria si son más
susceptibles de padecerla animales inmunodeprimidos por la acción de parásitos.
Si se destinan cantidades enormes de dinero para su erradicación con el
sacrificio de bovinos positivos, los animales resultantes negativos que quedan
en la explotación pueden volver a contagiarse de tuberculosis por los cérvidos
que comparten con ellos el mismo espacio y que no están sometidos a estas
pruebas de control antituberculoso.
Sería imposible intentar abarcar en estas
pocas líneas el abanico de parásitos susceptibles de infestar las especies
cinegéticas, no sólo por la gran cantidad de ellos que existen sino porque
puede ser un campo bastante árido para todo aquel que no sea estudioso de los mismos,
por lo que nos centraremos en aquellos que sea de mayor utilidad para el
cazador y el amante de la naturaleza conocer. Los parásitos se pueden
clasificar en endoparásitos y ectoparásitos, atendiendo al lugar del organismo
que invaden. Así, los endoparásitos cierran su ciclo biológico en el interior
del organismo del animal, generalmente en aparatos digestivo o respiratorio,
aunque los hay que invaden cerebro, musculatura, etc. Los ectoparásitos, sin embargo, viven en
contacto con el exterior de su hospedador.
Si se comparan las cargas parasitarias entre
rumiantes domésticos y silvestres veríamos que en estos son menores por la
mayor resistencia del ciervo ibérico a ser invadido por ciertos parásitos, a la
diferencia entre los sistemas de alimentación de ambos, y a la carga ganadera
que soportan los distintos tipos de ganadería en el territorio en que se
ubican. De nosotros depende que los dos últimos factores no viren hacia lo que
ocurre en ganadería por la intensificación que hemos visto anteriormente que
estamos provocando.
Un
aspecto importante a tener en cuenta es que la distribución geográfica de los
parásitos internos varía porque está determinada por el clima, ya que en una de
las fases de su vida viven en el medio ambiente. Por tanto las épocas más
favorable para el desarrollo de las larvas en el exterior son aquellas en que
existe mayor humedad y temperaturas no extremas, entre 15 y 25º C, es decir,
primavera y otoño. Por tanto estas son las épocas de mayor riesgo de infección.
En los veranos secos y calurosos de Castilla la Mancha la actividad parasitaria
es menor por las condiciones más extremas. Si se produce pastoreo de especies
domésticas en las zonas de tránsito de los ciervos se pueden potenciar las
parasitosis.
Si estas parasitosis provocadas en gran
medida como hemos venido diciendo por la intensificación son tratadas, como se
hace en muchas ocasiones sin un diagnóstico previo a través de análisis
coprológicos de los parásitos que en mayor medida están provocando la patología
y con tratamientos mal utilizados lo único que se consigue es agravar el
problema existente porque puede tener consecuencias como las resistencias de
los parásitos o incluso mortalidad de animales. El manejo sanitario de animales
como el ciervo no se puede comparar al de un rumiante doméstico, por tanto la
dificultad que tiene la instauración de programas sanitarios y de
desparasitaciones periódicas de estos animales es mucho mayor. Por ello es
importante aprovechar al máximo cualquier oportunidad de realizarlo como puede
ser en los cajones o mangas cuando se realizan las repoblaciones o reposiciones
anuales. Siempre debe ser un tratamiento vía parenteral para evitar situaciones
de estrés. El resto de población debe ser desparasitada vía oral a través del
pienso administrado. Pero esta desparasitación debe hacerse de manera racional
con dosis estudiadas para una determinada población, en las épocas en que las
cargas parasitarias son más elevadas como hemos visto anteriormente, y teniendo
en cuenta otros factores como los momentos en que los animales están más
débiles y son más sensibles a ser parasitados, como épocas de berrea para los
machos o período post parto en hembras.
En primavera la desparasitación debe ir más
dirigida al tratamiento de parásitos internos, sobre todo teniendo en cuenta
que es época de paridera, desmogue, etc. Sin embargo en otoño algunos
ectoparásitos como es el caso de la sarna están en fases avanzadas de su ciclo,
por lo que hay que complementar el tratamiento con otros antiparasitarios como
las ivermectinas y derivados. La sarna
sarcóptica es una enfermedad parasitaria causada por el ácaro Sarcoptes
scabiei. Este pequeño artrópodo puede parasitar multitud de especies de
mamíferos tanto animales domésticos como silvestres, incluido el hombre. En
1987 apareció el primer foco de sarna sarcóptica en la cabra montés del Parque
Natural de Cazorla. En esta misma zona, también se han detectado casos de sarna
en el ciervo, gamo y muflón que convivían con las cabras afectadas. En 1993, apareció
un brote de sarna sarcóptica en los rebecos en el Principado de Asturias. Este
proceso afecta también al ciervo y al corzo, pero con una prevalencia mucho más
baja. Tanto en el caso de la cabra montés como en el del rebeco, el origen de
la enfermedad se cree que fue a partir de cabras domésticas infestadas.
Diversos estudios han demostrado que esta enfermedad de la fauna silvestre
procede de las cabras domésticas.
Otro de los parásitos más comunes y
llamativos por su carácter de ectoparásito es la garrapata. Las garrapatas
pueden parasitar una gran variedad de hospedadores. Durante alguna fase de su
ciclo evolutivo la mayor parte de las garrapatas pasan una parte de su vida en
el suelo. De esa relación entre su hospedador y el medio donde se deposita
radica la importancia de estos arácnidos hematófagos como parásitos y como
vectores. La acción patógena de las garrapatas radica no sólo en la acción de
la extracción de sangre de su hospedador sino en la transmisión de enfermedades
al mismo (que a su vez facilita la transmisión de agentes patógenos entre
animales domésticos y salvajes) y la acción lesiva sobre la piel de éste.
Hasta ahora nos hemos centrado en los
parásitos que afectan a los grandes rumiantes, pero hay un parásito invisible que
afecta al jabalí, que por su carácter zoonósico y terribles efectos sobre el
ser humano nos preocupa especialmente. Se trata de la triquinosis.
Es una
zoonosis que está muy difundida en casi todo el mundo, su nombre vulgar más
común, es el de triquinosis, aunque la denominación correcta es triquinelosis.
Esta confusión en la denominación proviene del vocablo genérico Trichina,
con el que se designaron originalmente a los agentes productores de la
afección. Pero este nombre se utilizó para designar a un género de dípteros. Se
propuso entonces el nombre Trichinella para clasificarlo, de allí su
verdadera denominación actual.
La
triquinelosis es una parasitosis que afecta a mamíferos y se transmite por
carnivorismo. Cursa con fiebre, mialgias, eosonofilia elevada y signos
oculopalpebrales. Este parásito tiene una amplia gama de huéspedes además del
hombre, compuesta por animales domésticos y silvestres. Este nematodo es un gusano
de pequeñas dimensiones, cuyo macho es de aproximadamente 1,5mm de longitud,
mientras que la hembra puede alcanzar cuatro mm. La “cabeza” presenta un
minúsculo punzón. En su estadio adulto ambos sexos viven en el primer tramo del
intestino delgado de sus huéspedes. Estos
helmintos pueden parasitar cualquier mamífero, incluso ser encontrados en el
cuerpo de las aves. Incluso se ha demostrado con algunos experimentos que la trichinella spiralis puede
desarrollarse hasta en animales de sangre fría(anfibios, reptiles, etc.) con
tal de que la temperatura ambiente sea lo suficientemente elevada.
En la
epidemiología de la enfermedad humana el cerdo y el jabalí juegan un papel de
fundamental importancia. De hecho, en la mayor parte de los casos el
hombre contrae la parasitosis comiendo
carne de este mamífero que, sobre todo en algunos países, esta frecuentemente infectado por trichinella spiralis.
El ciclo
biológico del parásito es muy simple. Los adultos se establecen en la mucosa
del intestino delgado del animal huésped y rápidamente se acoplan. El macho,
una vez efectuada su función sexual, concluye su propia existencia y es
eliminado con las heces, mientras que la hembra, después de un par de días,
comienza a excretar microscópicos embriones, de una longitud de cerca de cien
micras. Estos (a excepción de algunos individuos que accidentalmente van a caer
a la luz intestinal y son expulsados) alcanzan los vasos linfáticos de las
paredes intestinales y las venas mesentéricas, transportadas así, pasivamente
llegan al corazón y, después de haber superado el filtro pulmonar, se distribuyen
con la sangre arterial por todo el organismo.
En los
animales infestados se ha demostrado la existencia de larvas de nemátodos en
cualquier órgano o tejido, pero solo aquellos que llegan a los músculos
estriados, por los cuales poseen una marcada atracción, tienen la probabilidad
de desarrollarse. Concretamente, los territorios preferidos por la trichinella
spiralis son el diafragma, la lengua, los bíceps, los músculos laríngeos,
masticatorios, intercostales y abdominales. No son raras las localizaciones en
los músculos del globo ocular. Introducidas en el tejido muscular, las jóvenes larvas se nutren y comienzan a
crecer. Pueden llegar a alcanzar un tamaño máximo de un milímetro y
enrollándose sobre si mismas, en forma de espiral, se inmovilizan y se enquistan
en el músculo. En realidad son los
mismos tejidos del huésped los que, por reacción, forman una cápsula fibrosa en
doble capa que aísla al parásito. Estas cápsulas (o quistes), que son
aproximadamente de 0,5 mm de largo,
tienen una forma que recuerda a la de un limón de pequeñísimo tamaño. Alojada
en la envuelta muscular, la larva de trichinella no puede evolucionar
posteriormente en el mismo huésped. En estas condiciones sobrevive durante
algunos años: parece que en el hombre puede superar incluso diez años. Al pasar
el tiempo intervienen procesos de calcificación que no siempre la destruyen.
Las larvas encapsuladas poseen de hecho una notable resistencia e incuso
después de la muerte del huésped, en su carne putrefacta, mantienen su propia
vitalidad durante un periodo que va de sesenta días a noventa días. Esto nos da
la idea de la importancia que tiene en un coto la mala gestión de los cadáveres
o subproductos de la actividad cinegética.
La larva de
trichinella spiralis reemprende su curso normal si el músculo que contiene el
quiste es ingerido por un nuevo huésped (hombre u otro carnívoro) En estos
casos los jugos gástricos e intestinales digieren las paredes de la cápsula,
liberando la larva infestante; esta se fija la mucosa del intestino delgado,
donde se nutre ingiriendo los distintos componentes nutritivos. Su crecimiento
es muy veloz y los gusanos se hacen adultos, y por lo tanto sexualmente
maduros, en dos o tres días. Al cuarto o
quinto día las hembras empiezan a parir los embriones y estos alcanzan su
máxima concentración en la sangre entre el octavo y el vigésimo octavo día. Ya
hacia el duodécimo día de la ingestión infestante es posible encontrar las
primeras larvas en los músculos del nuevo huésped mientras que el
enquistamiento se complementara alrededor de la octava semana o incluso más
tarde.
Observando del ciclo biológico de la trichinella
spiralis podemos ya intuir los fenómenos patológicos provocados por el parásito
en el organismo humano. La triquinosis se caracteriza principalmente por dos síntomas: uno
intestinal, por la presencia de los parásitos adultos (sobre todo hembras
fecundadas) en el intestino delgado, y otro muscular, causado por la invasión
de los músculos estriados por parte de las larvas. Este último síndrome es el
más importante y característico. Además hemos de tener en cuenta que los
embriones, en su recorrido a través del torrente circulatorio, pasan por los
capilares pulmonares y las cavidades cardiacas,
por lo que también pueden provocar manifestaciones patológicas en estos
órganos. Además, como hemos dicho, la sangre arterial distribuye los embriones en los más diversos órganos y
tejidos, aunque la localización más útil para el desarrollo del parásito está
representada en la musculatura estriada. Por lo tanto, podemos encontrar
lesiones provocadas por estos parásitos errantes en muy diversas localizaciones.
Para
comprender mejor la patología de la triquinosis debemos también tener presente
que estos parásitos, tanto en su estado larval como en el estado adulto,
ejercen una notable acción tóxica sobre el organismo del hospedador. De hecho
se ha visto que animales de laboratorio a los que se les ha inyectado un
extracto obtenido a partir de trichinella spiralis han muerto. Además en la
sangre de los individuos afectados por triquinosis es posible encontrar
anticuerpos antitóxicos, y está demostrado que su orina contiene sustancias
toxicas elaboras por el helminto
Algunas
manifestaciones de la enfermedad parecen tener un origen alérgico. Generalmente
los efectos lesivos son tanto más graves caunto mayor es la carga de larvas
infectantes. Esta puede ser importante si se piensa que en caso de
infestaciones masivas un solo gramo de chorizo puede contener entre 1500 y 3000
quistes.
Una vez
ingerida la carne infectada ocurren una serie de fenómenos patológicos. Durante
la primera semana la presencia de millares de gusanos en el intestino provoca
una enteritis catarral, es decir, una inflamación de la pared interna del
intestino con formación de moco y eventuales hemorragias de pequeña entidad. Los
síntomas posibles consisten en náuseas, vómitos, dolores abdominales, diarreas,
fiebre elevada, manifestaciones cutáneas urticariales y posteriormente edema de
la cara y de los párpados. Los fenómenos tóxicos y alérgicos se acentúan en las
dos semanas posteriores, durante la migración de las larvas por el torrente
circulatorio y su asentamiento en los músculos.
Algunas
larvas, a su paso por la luz de los capilares pulmonares, pueden salir y causar
pequeños focos hemorrágicos, bronquitis, bronconeumonías y, aunque son más
raros, infartos y embolias pulmonares. Las larvas migrantes causan a veces
trastornos cardíacos transitorios pero los parásitos no llegan a enquistarse en
el corazón. La taquicardia, hipotensión y debilidad del pulso, con tonos
cardíacos apagados, son los síntomas clínicos más comunes que aparecen cuando
se realiza el electrocardiograma
A veces
sucede que la sangre arterial distribuye un cierto número de larvas incluso al
sistema nervioso central con las consiguientes reacciones inflamatorias que se
traducen en meningitis, en el encéfalo, cerebelo y en la médula espinal,
trombosis capilares, etc. La cefalea, rigidez de la nuca, somnolencia y
desorientación son síntomas neurológicos frecuentes en estas formas. A veces la
sintomatología puede confundirse incluso con una enfermedad mental.
También los
ojos, médula ósea, hígado, vesícula biliar, páncreas, riñones, testículos,
vejiga y otros órganos pueden presentar alteraciones debidas a la presencia de
larvas errantes. Con frecuencia se encuentra afectación de los ojos con un
síntoma particularmente importante y característico: el edema extraorbitario
que provoca la inflamación del párpado y que se manifiesta precozmente. Lo
acompañas dolores oculares. Pero la localización principal del parásito son las
fibras musculares que se hinchan y comienzan a degenerar, perdiendo la
estriación característica. Las fibras degeneradas forman una parte de la capa
externa del quiste que cierra el parásito.
La
sintomatología ligada a la invasión muscular es la de una miositis aguda con
síntomas parecidos al reúma con fiebre, dolor intenso y un impedimento
transitorio de la función de los músculos afectados. Se suele asociar un edema
generalizado que está provocado por las sustancias de origen parasitario. En
las infestaciones masivas, graves, el pronóstico es nefasto y la muerte
sobreviene dentro de las cuatro o seis semanas. Entre las causas de muerte
figuran las bronconeumonías, insuficiencia cardíaca, meningitis, encefalitis,
etc.
. La
mortalidad puede variar del 0 al 35%. Los individuos que superan el período
crítico de la enfermedad, después de la sexta semana evolucionan hacia una
lenta curación. Los dolores musculares pueden persistir durante dos o tres
meses. Afortunadamente en la mayor parte de los casos la infestación es de leve
importancia, pudiendo incluso llegar a ser asintomática o presentarse con una
sintomatología vaga y poco importante. Es normal que no se reconozca el origen
real de los trastornos vagos y transitorios. El diagnóstico se puede realizar
tomando una muestra de una minúscula porción muscular (biopsia) para buscar los
eventuales parásitos enquistados. Se puede incluso recurrir al xenodiagnóstico,
haciendo ingerir a un ratón de laboratorio un fragmento de músculo afectado. Si
éste contiene larvas enquistadas, el ratón contrae la parasitosis y la autopsia
del animal (aconsejable después de un mes) demostrará la presencia de los
quistes en el nuevo huésped. También para la triquinosis, como para muchas
otras enfermedades, han sido puestas a punto distintas reacciones serológicas
capaces de poner de manifiesto la existencia de anticuerpos específicos
No existe todavía un fármaco para
el tratamiento de la triquinosis. En los raros casos en los cuales se
diagnostica a tiempo la enfermedad, es decir cuando todavía los nematodos se
encuentran en el intestino, éstos pueden ser expulsados, al menos en parte,
gracias al empleo de purgantes y vermífugos
La gravedad de la enfermedad
requiere una medida terapéutica para aliviar los síntomas y situar al paciente
en condiciones de superar el estado más peligroso. Son muy útiles algunos
fármacos antiinflamatorios
Las carnes
parasitadas por larvas vivas de T. Spiralis representan el material infestante.
Todavía algunos autores sostienen que también las heces de animales no
receptivos que han devorado carne contaminada pueden contener larvas
infestantes y deben por lo tanto figurar entre las posibles fuentes de
infestación. Este es el caso de ciertas aves carnívoras y las rapaces, que
diseminarían con sus propias deyecciones larvas que pueden infestar un nuevo huésped.
Incluso algunos insectos que se nutren de carroña se comportarían de forma
análoga. En casos extremadamente raros se pueden dar en el hombre infestaciones
congénitas por transmisión de la larva de la madre al feto. Esta posibilidad ha
sido confirmada experimentalmente en las cobayas.
En la
actualidad el control de la triquinosis es bastante eficaz. Incluso se ha
modificado la legislación para que toda carne de jabalí abatida en una
actividad cinegética y destinada a la comercialización no pueda ser considerada
apta para el consumo si no es diagnosticada la presencia del parásito con un
medio de digestión artificial. Es decir que no se puede buscar la existencia de
triquina con el método tradicional del triquinoscopio. Incluso la carne
destinada al autoconsumo en la que se diagnostique la no existencia de
triquinosis por el método tradicional, no podrá ser destinada para consumo si
no sufre un tratamiento térmico que garantice su destrucción De hecho las cabezas de los jabalíes que se
destinan a trofeo deben estar localizadas en todo momento con un documento
firmado por el veterinario colaborador y el cazador donde se indica el
establecimiento de taxidermia donde se deposita esa cabeza para ser disecada,
además de portar un precinto individual para evitar confusiones.
Con esto
hemos hecho un repaso de la importancia de las parasitosis en la fauna
cinegética y las consecuencias que como zoonosis tienen en el ser humano, sobre
todo la triquinosis. Como conclusión podemos decir que es responsabilidad de
los propietarios de cotos cinegéticos la correcta gestión sanitaria de los
mismos para evitar la proliferación de las infecciones. De este modo una adecuada aplicación de
medidas de limpieza y desinfección de mangas, locales, parques, etc. y sobre
todo de los espacios reservados a la evisceración de las reses abatidas, es de
vital importancia, así como la destrucción higiénica de cadáveres, el respeto
de períodos de cuarentena de animales que se introducen en los cotos siendo
observados en espacios concretos como parques para la observación de procesos
patológicos que puedan aparecer antes de su contagio al resto de animales.
Además existen una serie de factores que pueden parecernos de escasa
importancia y que sin embargo pueden ser determinantes en la resistencia de los
animales frente a procesos patológicos y parasitarios, como puede ser el
control de charcas y cloración de aguas, la restricción de los abonos
procedentes directamente de deyecciones de rumiantes domésticos, aplicación de
protocolos de desinfección, desinsectación y desratización en locales e
instalaciones, control de la calidad de los piensos, etc
Su blog es muy interesante, he empezado a estudiar explotaciones ganaderas, en esta web https://cfgscfgm.com/CFGM-Explotaciones-Ganaderas.html para especializarme en ello ¿Lo conocen?
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